Ése es el nombre de la patronal catalana. Hasta no hace mucho incluía en sus siglas la “N” de Nacional. Pero la letra cayó en desuso. Días atrás la ejecutiva al completo de la organización empresarial viajó a Perpiñán para reunirse con Puigdemont. No con un gurú de las finanzas o un premio Nobel de Economía… no, con un delincuente fugado. “Reunirse con” en este contexto vale por “rendir pleitesía a”. Se ha sabido que hubo reuniones previas en la “Casa de la República en el Exilio”, es decir, en el casoplón de Waterloo, aunque no se sabe a ciencia cierta de dónde han salido los monises para mantener al interfecto y a su séquito de asesores… que si de empresarios afines, que si el oro de Moscú, en versión actualizada, o acaso de esos centimillos del tramo autonómico de su IRPF de usted.
Al frente de la patronal está un señor llamado Sánchez Llibre, uno de los dirigentes democristianos de la extinta CiU, vinculado por lazos familiares, eso está hecho, eso está hecho, Dani, Dani, Dani y sus berberechos, a una popular industria conservera. Parece que a Puigdemont le han presentado un memorándum compuesto de numerosos y bien trabados argumentos para dinamizar el alicaído tejido industrial de la región. Una cosa, qué duda cabe, muy grave y sesuda.
Se da, no obstante, la curiosa circunstancia de que el proyecto político estelar del sujeto en rebeldía, el traído y llevado “proceso”, y la proclamación de la fugacísima república independiente, alrededor de ocho segundos, han propiciado la desbandada de casi diez mil empresas que han hallado, impelidas por la inseguridad jurídica reinante, refugio en otras zonas de España. Es decir, un negocio redondo, al margen de consideraciones de mayor fuste que la mera dimensión económica.
Cierto que el empresariado local nunca se ha distinguido por su heroísmo, pero también lo es que su imbecilidad no había alcanzado tan cimeras cotas, y eso que en las últimas décadas ha promovido, a golpe de talonario, el fortalecimiento del nacionalismo excluyente y de su capilaridad asociativa hasta impregnar con sus dejes intolerantes hasta el último rincón de nuestra sociedad. El viejo truco de fomentar el particularismo para arrancar de los gobiernos capitalinos mayores concesiones, ventajas fiscales o, como sucedió en sus inicios (finales del XIX), para inducirle a adoptar las políticas arancelarias defendidas por Prat de La Riba y Cambó. Sucede que al echarle pienso al engendro, éste crece, cobra vida propia, se desmanda y escapa al control de sus mentores. Sucedió en los años 30 del pasado siglo, cuando ERC le comió la tostada a La Lliga. Ha sucedido recientemente (el proceso de marras) y sucederá de nuevo si se repite la fórmula. Es la ley del eterno retorno. A mismas causas, mismos efectos. Dicho a la pata la llana: la burra vuelve al trigo. No han escarmentado. Como decía Lenin antes de mancharse las manos de sangre al inaugurar la maquinaria homicida del bolchevismo exterminador: “los burgueses nos venderán la soga con la que les ahorcaremos”.
Fomento del Trabajo, antes Nacional, se alinea con la peor versión de esa Cataluña autocentrada, supremacista, aldeana, hostil, odiadora, aborigenista, que con desánimo y tristeza percibimos los catalanes exentos de talante localista. El estamento empresarial ha decidido que en la convivencia bastardeada y en la inobservancia de la ley, en la política tumultuaria, pueden abrirse paso sus intereses. Sucede que cuando esos intereses se disocian de las necesidades reales, diarias, de las gentes del común a las que habrían de ilustrar con actitud ejemplarizante en cumplimiento de la función rectora que se le supone o atribuye, se convierte en parte del problema, en un escollo más, en un obstáculo para sanar a una sociedad enferma. Y si Cataluña no lo es, no lo es ninguna. Y se desvanece la necesaria estabilidad para la provechosa articulación de procesos productivos que coadyuven a la mejora de las condiciones de vida materiales del colectivo.
Y nada ya les distingue de esa otra pata del banco de la Cataluña oficial, o regimental, que son las centrales sindicales autodenominadas de “clase”, que también desempeñan un tristísimo papel en esta función. No en vano, las cúpulas de CC.OO y de UGT jamás confrontaron los jeribeques, alharacas y pantomimas “procesuales”, y siempre se distinguieron por su inveterada y férrea defensa de esa cacicada, contraria a las libertades, que es la inmersión obligatoria en catalán. Atiéndase si no a las declaraciones subalternas de sus dirigentes más destacados, Josep Maria Àlvarez (antes José María), el de la pañoleta palestina, y un tal Pacheco, devorador insaciable (braquicéfalo zampabollos) de cuanta bollería industrial le pongan a tiro. Eso y que no es alérgico al marisco. Bien entendido que las saneadas cuentas de las centrales sindicales, lejos de financiarse íntegramente con las cuotas de sus abonados, en buena medida dependen de las subvenciones públicas (cursillos de formación y otras bagatelas). Y por ello, perfectamente amaestradas, mueven la colita ante sus benefactores y jamás morderán esas providentes manos que les dan de comer (e insistimos, el tal Pacheco gasta pinta de tener buen saque a la mesa). De ahí que la bajeza moral y el vocacional servilismo de los mandamases de Fomento son aún mayores que las de sus pares sindicales.
Diríase que su nomenclatura rendida ante Puigdemont replica la genuflexa conducta de “Pinganillo” Sánchez ante el rey de Marruecos o ante Arnaldo Otegui (“si la cosa se tuerce, liquidad el bulto”, instrucción básica en caso de secuestro que diera el antedicho a sus comandos), que es la misma del soez chascarrillo del “pato que saca manzanas del tonel” y que no glosaré más detalladamente por estar sujeto a las restricciones propias del horario infantil. Que las tragaderas de nuestro empresariado son amplias, lo demuestran infinidad de anécdotas: las manazas de Nutrexpa (Cola-Cao, Nocilla: Adéu Espanya!) en un acto de ERC, los ánimos combativos del jefazo de la farmacéutica Grifols a Artur Mas: No s’arronsi, president (“No se arrugue, presidente”) o el sectarismo de PIMEC (la patronal de la pequeña y mediana empresa), que inicia una ronda de contactos con todos los partidos regionales con representación parlamentaria ante la nueva cita electoral (12 de mayo), pero excluye a Vox, que no ha dado ningún golpe de Estado, que sepamos, y que es probablemente el más significado de todos en defensa de los autónomos.
Pero hay más. Suma y sigue. La Cámara de Comercio de Barcelona, ahí es nada, ha sido honrada con la presidencia de Joan Canadell (Petrolis Independents), separatista furibundo convencido, así lo manifestó, de que Miguel de Cervantes era catalán, acaso de Rupit, por qué no de Capolat. Se dice de esa luminaria del pensamiento que anda en la órbita del partidillo radical creado por Clara Ponsatí (fugada tras el golpe de 2017 y que derrochó enorme empatía durante la pandemia coronavírica al citar, cuando Madrid descollaba en el cómputo de decesos, aquella divisa promocional de tiempos de La Movida: “De Madrid al cielo”… tronchante). Con esta ganadería selecta no es de extrañar que un estudio publicado (24/04) en Libre Mercado concluya que el índice de libertad económica comparado por regiones sitúe a Cataluña en el penúltimo puesto de diecisiete con una puntuación de 3’4 sobre 10, sólo por delante de Extremadura y justo detrás de Canarias.
En resumidas cuentas: Puigdemont, según fuentes bruselenses dignas de todo crédito (y no es una de ellas el Mannekempis), deambulaba errático por su mansión, medio turuta, viendo fantasmas por todas partes y temiendo que agentes infiltrados del CNI le envenenaran la comida (acaso hasta el punto de dársela a probar a alguno de sus ayudas de cámara), convertido en un fantoche desquiciado y en pura irrisión. Y va el “feloncillo” (de “felón” y “meloncillo”) de “Enamorado” Sánchez y le resucita aupándole a la primacía de la política española. ¿Y quién remata la faena? Fomento del Trabajo. Por asociación de imágenes, nos recuerdan tan virtuosos empresarios a Emilio Botín, que en gloria esté, cuando ataviado con unas bermudas coloradas que no estilizaban precisamente su pícnica figura, le reía las gracias a Zapatero, hoy correveidile plenipotenciario de la Narkomintern bolivariana del Grupo de Puebla. Y es que en una versión apócrifa de las Escrituras se lee aquello de que “antes pasará un camello por el ojo de una aguja que no entrará un dirigente de Fomento en el reino de los cielos”.
Puigdemont (centro de la imagen).- ¿Saben ustedes la adivinanza del pato que saca manzanas de un tonel?
Sánchez Llibre.- Un servidor desfilará el primero en calidad de presidente de Fomento. El primum inter pares ha de dar ejemplo… y además he reforzado los pantalones con unas resistentes rodilleras de pana.